Pueblos originarios en rebeldía en el abya yala
Cientos de pueblos originarios defienden en América Latina sus territorios, los cuales albergan un tercio de los bosques del continente. A pesar de su vital labor para la supervivencia del planeta las vidas de hombres y mujeres indígenas están amenazadas por el extractivismo depredador.
En 1492 Europa “descubrió” el nuevo mundo, y el mundo hasta entonces conocido se derrumbó para los pueblos originarios del Abya Yala. El relato sobre lo que ocurrió después difiere mucho según el lugar de enunciación, pero lo que parece indudable es que, desde entonces, los sesgos del sistema capitalista patriarcal y colonial siguen atravesando las vidas de hombres y mujeres indígenas a todos los niveles. Mientras desde las narrativas eurocentradas se habla de brechas, desigualdad e inclusión para poner parches a la deuda histórica generada por siglos de saqueo y expolio de vidas, territorios, bienes comunes, ecosistemas…el Ejército Zapatista de Liberación Nacional nos recuerda en un reciente comunicado que a los pueblos indígenas no les conquistaron y que, por el contrario, siguen “en resistencia y rebeldía”.
Pero permanecer en rebeldía sigue siendo muy caro para miles de personas defensoras ambientales, muchas de ellas pertenecientes a pueblos originarios, que cada día ponen el cuerpo para defender los bienes comunes de sus territorios, bases de los ecosistemas necesarios para la reproducción de la vida en este planeta tierra, nuestro único hogar. Según la CEPAL y Global Witness en 2019 fueron asesinados 212 defensores ambientales en el mundo. Dos tercios eran latinoamericanos y una de cada 10, mujeres; en el periodo 2015-2019 más de un tercio fueron indígenas.
Las terribles cifras nos recuerdan que, frente a la aplastante impunidad que asolan estos crímenes, es fundamental caracterizar a los sectores con más asesinatos a sus espaldas: la minería, la agroexportación, las represas hidroeléctricas y la tala de árboles, es decir, el extractivismo en sus diferentes formas de expresión.
Poniendo el foco en la crisis sanitaria, la pandemia del covid se ha cebado con los pueblos indígenas, sectores de la población con un deficitario acceso a servicios de salud y a la vacunación– menos aún con pertinencia cultural. Además de afectar a las formas de economía indígena y a su soberanía alimentaria, el debilitamiento generalizado de sus organizaciones ha influido considerablemente en su capacidad de control y defensa de sus territorios frente a los actores arriba mencionados. Algo muy preocupante, además, si tenemos en cuenta que hombres y mujeres indígenas están salvaguardando en sus territorios un tercio de los bosques del continente, lo cual supone el 14% del carbono almacenado en los bosques tropicales de todo el mundo.
Como sabemos, la pandemia no es más que la punta del iceberg de las múltiples crisis que estamos viviendo en simultaneo, entre ellas el colapso climático. Frente a esta situación, un reciente estudio de la FAO afirma que allí donde los gobiernos reconocen formalmente los derechos colectivos de los pueblos indígenas la deforestación se reduce y los ecosistemas se revitalizan, al mismo tiempo que los niveles de criminalización y asedio frente a sus formas autónomas de vida disminuyen radicalmente.
Al igual que las comunidades zapatistas, cientos de pueblos siguen hoy en resistencia y rebeldía, mostrándonos que sus sueños colectivos sigue vivos, defendiendo como señalaba Elisa Loncón, presidenta mapuche de la Convención constitucional chilena, un continente “plural, plurilingüe, con todas las culturas, con todos los pueblos, con las mujeres y con los territorios (…) que cuide la Madre Tierra, que cuide las aguas, libre de toda dominación”.
Ojalá este 9 de agosto, día internacional de los pueblos indígenas, sus palabras retumben en la Europa fortaleza. Desde la solidaridad internacional seguiremos denunciando los despojos e injusticias generadas por el capitalismo patriarcal y colonial, trabajando local y globalmente hacia la transición ecosocial que tanto necesitamos.
Agustina Daguerre García, es ecofeminista, cooperante de Entrepueblos en Perú.
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